miércoles, 4 de junio de 2014

Un hombre cautivador


Cierto día se dio cuenta de que su vida era predecible, abusada por la estabilidad, una palabra que había escuchado tantas veces que le repudiaba. Él no quería convertirse en un hombre monótono, autómata, controlado por una inapelable rutina que le convirtiera en artilugio de segunda mano, en baratija de puesto de turistas de algún barrio perdido entre ungüentos de engaños, timas y algún charlatán hipócrita.

Se había convertido en añoranza lo que un día tuvo sin valorarlo, sin apreciarlo desde todos sus ángulos, sin saber detallar si quiera su cualidad más preciada.  Acababa de sufrir un desengaño , aún la amaba, quería cerrar el vínculo que le unía a aquel recuerdo.

Le costó decidir si alejarse era lo correcto pero lo hizo.

Viajó por lugares exóticos, cual peregrino acumulaba experiencias, su curiosidad insaciable le habían bautizado como el “ hombre cautivador”.  Sus hazañas y peripecias hipnotizaban a las mujeres que caían en las redes de la  carismática presencia de un cuerpo joven, curtido  en batallas salvajes, en las que la muerte , siempre plausible en sus historias las hacía enmudecer, despertando en ellas alguna clase de hechizo sexual,  una poderosa fuerza extrasensorial que ardía entre jadeantes gemidos de liberación.

Reverenciaban los pasos de un hombre solitario, una efigie que se desplazaba por la mente de las mujeres , por el dictamen de sus peticiones.



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