El noticiero de la mañana le hizo recordar un nombre: Yulia.
Y el nombre le transportó a la siguiente noche:
Viena, septiembre de 1992.
Lukas Winter escuchaba a Yulia receloso del viento helado
que la convertiría en Sgroya: la dama blanca que aparecía en mitad de las frías
rutas recorridas por jinetes y mercaderes eslavos a quienes seducía, para
después sustraerles la vida en un abrazo con el que paralizaba su corazón.
De este modo se imaginaba a Yulia, reencarnada en una deidad
mortífera, mientras ella le contaba leyendas de su tierra, de su Rusia. Yulia
llevaba tres años trabajando para la familia Winter, su principal tarea
consistía en cuidar y educar a Lukas, ya que sus padres se ausentaban demasiado
tiempo.
Lukas habría trepado por la larga trenza de la joven hasta
desnudar su cuerpo, sin cesar de acariciar su piel blanca y tersa, pero era aún
demasiado inocente cómo para pensar en erotismos heroicos, no obstante, aquella
última noche la pidió encarecidamente que narrara una vez más la historia de la
mujer de hielo.
Los labios carnosos de Yulia danzaban en palabras que
convertidas en historias fascinaban su fantasía.
Los ojos de Yulia denotaron cierta tristeza al contemplar al
pequeño, pues sabía que estaban unidos por un amor diferente, pero igualmente grande.
En ese momento Yulia calló, agarró a Lukas de la mano, lo
vistió y sigilosos salieron a la fría noche.
Lukas tenía la certeza de que ella
buscaría un lugar en la oscuridad y le
sustraería el corazón.
Guiado por Yulia caminó hasta que la joven se sentó frente a
la descomunal y bella Karlskirche.
Yulia señaló las dos enormes columnas del exterior, entonces
posó su mano sobre su corazón, haciéndole prometer que tendría el valor y la
constancia suficiente para amar la vida, aunque está no volviera a juntarlos.
Esa noche Yulia durmió abrazada al niño hasta que el alba la
reclamó y ella regresó a Mariúpol.
Viena, Karlsplatz frente al Karlskirche, septiembre de 2014.
Lukas contemplaba la columna de la constancia con
detenimiento. El día había traído consigo el fiel reflejo de su querida Yulia,
su deseada figura maternal se filtraba con el dolor que sintió al escuchar la
terrible noticia:
“Las hostilidades
entre las fuerzas de Kiev y los separatistas prorrusos se han reanudado pese al
alto el fuego provocando la primera víctima mortal tras la tregua. Se trata de
una mujer que ha sido tiroteada en la ciudad de Mariúpol…”
No pudo escuchar más… enseguida le sobrevino su recuerdo.
¿Y si Yulia fuera ella?...
Ya no podría seguir aferrándose a una esperanza, no
volverían a encontrarse.
¿Y si Yulia no fuera ella?...
¿Pensaría en regresar a Viena? ¿Se acordaría de aquel niño?
¿Estaría tan hermosa cómo en su recuerdo?.
si, ella seguiría
hermosa.
Iglesia de San Carlos Borromeo, Karlskirche. |
Cuando una historia tiene final alegre siempre se la mira como de forma mas atrayente ....... :-)))
ResponderEliminar